El rigor de Bauman para referir las relaciones humanas nos enrostra con la descripción de la persona que nuestros antecesores inculcaban repudiar, por contraste, nos invitaban a aprender y practicar el valor de la transparencia y la seriedad de los compromisos, pero sucede que desde un tiempo a esta parte y mirando que es tan común el despojarse de los acuerdos, ya casi no asombra la disposición masiva y pandémica –permítanme el término de moda– de acelerarlo todo para estrenar continuamente emociones y placeres, usando a las personas como objetos descartables, esgrimiendo argumentos egocéntricos que excluyen al otro o le recuerdan con cinismo ciertas “reglas” que convinieron, las cuales suele ocurrir, quizá las pasaron por alto como a la letra diminuta de las cláusulas de los contratos de adhesión, que no se leen por la alegría de adquirir el compromiso.
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