LAS OFRENDAS DEL AMOR

“…a los quince años ya me hice de él…” narra una mujer condicionando la pertenencia al hombre tras su debut sexual, haya sido o no, su pareja más tarde. Ese dicho que es muy común en las mujeres del litoral ecuatoriano, da cuenta de la renuncia a la individualidad femenina y valida además la entrega total al varón en la primera relación sexual. Al mismo tiempo, el complemento declarativo “él me hizo mujer” asigna al hombre el papel de transformador (¿o creador?) de la mujer, ya que, a partir de la primera penetración, él la “hace” mujer, poder absurdo arrogado por la cultura patriarcal, que se ejerce a través del sexo y se enmascara con el amor romántico para hacerlo moral.

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PALABRAS, SILENCIOS Y LÁGRIMAS

El incesto está instalado en el repertorio de las conductas más aberrantes que un hombre puede protagonizar en perjuicio de sus hijas, es una transgresión que a través de la historia y las culturas ha tenido distintos relatos explicativos y valoraciones morales que se irradian hacia el ámbito de lo legal y la justicia. Las relaciones sexuales entre padres e hijas, hermanos y hermanas, abuelos y nietas, están presentes en la biblia y en la teogonía, Lot fue engañosamente emborrachado por su hijas por la necesidad de tener descendencia; Zeus, el dios fundador toma a su hermana Deméter diosa de la fecundidad de la tierra y con ella procrea a Perséfone quien cuando salía del inframundo hacía reverdecer la tierra y Edipo de Tebas tras matar al padre, desposa a su madre quien luego de conocer que se trata de su hijo se suicida. 

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