
El odio es un veneno que se consume para que otro se muera, dice la sabiduría popular, haciendo referencia a esa absurda actitud de lanzarse de cabeza a un remolino de ideas que intoxican los sentimientos y determinan actuaciones que al final resultan lamentables. Algo similar sucede a las personas que dedican tiempo y esfuerzos a buscar indicios respecto de las cosas que hace su pareja y terminan propiciando un tiro en el pie cuando “encuentran” lo que nunca hubieran querido ver. Hay veces que la “comprobación” de sus sospechas no es otra cosa que una correlación ilusoria, error de juicio propio del pensamiento angustiado que hace que se establezca una relación entre dos asuntos totalmente ajenos el uno al otro.
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