Corren tiempos en los que se han agudizado radicalismos de todo tipo: económicos, políticos nacionalistas, étnicos, clasistas y sexistas, es decir toda posición frente a la vida está polarizada y emocionalmente crispada al momento de debatir que el futuro es el ayer.
El neoliberalismo se expande por el mundo, no vamos a analizar su praxis política, pero nos interesa pensar que esta ideología coloca al ser humano, a sus relaciones interpersonales, el emparejamiento, el amor y la sexualidad como parte del mercado, que no acepta más control que el que surge de sí mismo, del juego emancipado entre demanda y oferta, mercado al que no le interesan tratos en igualdad sino la competencia y el triunfo del más hábil, creando lazos que se disuelven y se escapan ante cualquier conflicto o con cualquier excusa.
Parecería que este proceso de globalización, la inmediatez de las comunicaciones nos permite acercarnos rápidamente a otras personas, intercambiar información de cada uno, tender puentes y establecer lazos, pero ya no estamos seguros de querer arriesgar nuestros intereses personales manteniéndonos en comunidades y amistades estrechas, en esta línea de precauciones, también pensamos de las relaciones afectivas como espacios placenteros, pero con recovecos oscuros donde nos acecha el peligro.
Coaches, memes y post nos sugieren mantener siempre ojos bien abiertos y alta la guardia para detener los golpes de nuestra pareja, evitar los apegos como a la misma peste y “soltar” apenas suenen las alarmas que protegen nuestro capital. Nos dicen que el éxito en el amor viene de la mano de la libertad para hacer lo que se desea, el deseo es lo único que importa, y el placer es el fin de toda actividad, es así que todo lo demás es prescindible, inclusive las personas con las cuales se mantiene relaciones afectivas que dejaron de ser placenteras.
Parece que el amor y las relaciones amorosas están siendo duramente golpeadas por esta ideología que aboga por la libertad de hacer lo que quiera cuando quiera sin más cuentas que las que se debe unx mismx. Ya no hay lugar para la empatía con quien ha perdido, porque las reglas son claras y quien pierda, instaura ganancia al soltar.
En el mundo de la tecnología el mercado exige la obsolescencia programada del artefacto, la ideología neoliberal exige para el amor una caducidad programada, y las claves del desprendimiento pueden ser:
- hay que soltar porque la relación ya no es viable: soltémonos y al menos uno de los dos será feliz…
- hay que soltar para recuperar la libertad que esta relación me ha quitado: venzo mi dependencia, rescindo el contrato y voy tras un nuevo amor…
- hay que soltar porque esta relación ya no me satisface: me significa pérdida, ya no es una inversión provechosa para mí…
- hay que soltar porque la relación ya no es conveniente: hay el riesgo que pase de ser una relación descartable, a algo comprometido que no quiero…
No debemos negar la finitud de los sentimientos humanos, los lazos que ser crea con las personas tarde o temprano se quiebran y se transforman en recuerdos, rápidamente soltar parece propio del consumismo emocional y sexual, sin embargo, también respondería a circunstancias singulares de cada persona. ¿cuál es el límite para perseverar en una relación? Mantener una relación puede ser agotador, ¿Vale la pena seguir persistiendo? Las relaciones demandan gastos ¿Vale la pena seguir invirtiendo tiempo y recursos? ¿Siento que solo yo me esfuerzo? ¿Qué hago yo y qué hace la otra persona para mantener la relación? Son algunas preguntas que merecen respuesta antes que sucumbir al egoísmo de soltar al primer sacudón o dejarse de seducir por hacer el rol narcisista del sacrificio total por ti sin pensar en el mañana.