A priori, las separaciones son menos crueles en las parejas cuyo compromiso no fue de tipo conyugal que en aquellas que los contrayentes pusieron en la mesa todas las fichas, apostando a un proyecto romántico de vida en el cual iban a trascender de su singularidad a fundar una familia y prolongar su descendencia. Trayecto en el cual hubieron de invertir su tiempo vital y dinero para fomentar un patrimonio.
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