Terminará el 2020 en pocos días y comentar la crisis pandémica como el hecho histórico del año será lo común en los medios desde cuya altura se prodigan los mensajes que las personas asumen y se apropian casi como una liturgia del pensamiento, y no es que se le reste importancia a este dramático azote mundial sino que volver a repasar el relato de lo sanitario y los miles de millones de dólares perdidos, parece instrumentado para invisibilizar la condición que ha permitido la mortandad por falta de espacios idóneos en los hospitales, los millones de infectados sin adecuado tratamiento paliativo y la catástrofe económica para millones de seres humanos. Esa condición es el neoliberalismo que, como teoría y práctica, propone una forma de vida ciudadana enfocada en el mercado y un Estado que garantice ganancias a las empresas, desentendiéndose de las personas; es un contexto etéreo y generalizada no percibido a cabalidad por muchas personas, pese a que de éste derivan las circunstancias macrosociales que predisponen a la violencia.
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“…a los quince años ya me hice de él…” narra una mujer condicionando la pertenencia al hombre tras su debut sexual, haya sido o no, su pareja más tarde. Ese dicho que es muy común en las mujeres del litoral ecuatoriano, da cuenta de la renuncia a la individualidad femenina y valida además la entrega total al varón en la primera relación sexual. Al mismo tiempo, el complemento declarativo “él me hizo mujer” asigna al hombre el papel de transformador (¿o creador?) de la mujer, ya que, a partir de la primera penetración, él la “hace” mujer, poder absurdo arrogado por la cultura patriarcal, que se ejerce a través del sexo y se enmascara con el amor romántico para hacerlo moral.
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