LA PAREJA y EL YO

El poder de la cultura, que opera por lo general en un nivel subconsciente determina que mujeres y hombres nos hayamos quedado y con una predisposición a la repetición, en relaciones de pareja que no sólo son insatisfactorias en lo cotidiano, sino que han terminado por echar al piso nuestros sueños encadenándonos a las grises rutinas de la conformidad con lo establecido.

Es muy común escuchar el juicio que “por su baja autoestima” unas y otros permanecen al lado de quien hace tiempo dejó de ser aliciente de crecimiento y se ha vuelto más bien un lastre, criterio que además su carácter estigmatizante responsabiliza a ella o a él de su circunstancia oprobiosa, ya que da a entender que ha sido incapaz de construir su propia valoración como persona que lo conduzca al éxito, cuando la verdad es que la autoestima es un estado de autopercepción en permanente edificación, con fluctuaciones de subida y bajada; pero que en general podría mantener una tendencia ascendente, horizontal o decreciente y que no es de exclusiva responsabilidad del individuo porque además de la demarcación de pareja, estamos por mano de la política y la economía, en un contexto social de alto rendimiento, generador de intensa emotividad que nace en el consumo y la exposición, que hacen que el dedo acusador del fracaso apunte solo a nosotros.   

Los éxitos y los fracasos que obtenemos en las relaciones interpersonales son determinantes en la consolidación de la autoestima. Si por las tareas grandes o pequeñas obtenemos éxitos, nos sentimos competentes, potenciados a tener más logros, por el contrario, los fracasos se van sumando al peso que arrastramos. 

He aquí un espacio clave de intersección entre nuestras experiencias de éxito o frustración y los contenidos ideológicos del machismo, donde los logros que alcanzan las mujeres resultan menos valorados que los que tienen los hombres. Los logros de ellas en lo cotidiano no son tales porque son parte de sus funciones “naturales” de madre, esposa y los extraordinarios si no son producto del azar se deben a la condescendencia por su belleza. En cambio, los tropiezos de ellas se atribuyen directamente a sus cualidades personales (ellas son inentendibles, problemáticas, complejas, volubles) mientras que los fracasos de los hombres se diluyen en el supuesto conjunto de circunstancias ambientales desfavorables que se le opusieron. 

En la forma de valorarnos actúan además un Yo totalitario y un Yo de autosuficiencia. Por el Yo totalitario podemos recordar con más nitidez nuestros protagonismos y al mismo tiempo invisibilizar al otro, lo que se materializa en las declaraciones de “yo siempre…tu nunca” así, una persona enumera con gran detalle todas las tareas que cumple en el hogar o sus desempeños en la relación y no alcanza a ver en su justa dimensión los aportes del otro.

Por acción del Yo autosuficiente negamos nuestra responsabilidad en los fracasos y siempre queremos quedarnos con el crédito por las cosas buenas, y esta autosuficiencia que no es una mera declaración lírica de propaganda en la terapia, se vuelve en verdad una idea rígida en muchas personas que aun ante la evidencia, no aceptan su responsabilidad, e incluso es tan megalómana la autosuficiencia, que cobija a las personas afectivamente cercanas, por eso en aquellas personas que están en conflicto conyugal, los miembros de la familia de origen hayan participado o no, en los problemas, también son descritos con conductas inobjetables que el otro no supo apreciar.

En nuestros contrapuntos tenemos que aprender a distinguir los discursos del Yo totalitario y del autosuficiente, para evitar la desvalorización del otro y prevenir que la autoestima sea lastimada por la crítica sesgada, para lo cual es indispensable una tercera voz en el debate, que desde la paralelismo ayude a clarificar que nuestra autoestima no es una cualidad inmutable y que las palabras ampulosas o amargas desde el totalitarismo narcisista deben tomarse como lo que son: fuegos fatuos o una concertina verbal que oculta las inconsistencias de lo que somos en la pareja.

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