ENTRE LA TRANSGRESIÓN Y LIBERTAD

Es inimaginable una sociedad sin normas, las más sencillas posibilidades que tenemos dependen de la vigencia del orden social instalado como dispositivo de regulación de la conducta, con raíces profundas en la historia de la humanidad. 

Estamos todo el tiempo con nuestra mente y actos circunscritos dentro de las normas religiosas que nos encausan a fusionarnos con Dios, las normas éticas cuyo cumplimiento supone el camino hacia la perfección humana, normas morales o de la costumbre que permiten una buena relación interpersonal, las normas jurídicas que traducidas en leyes guardan nuestros derechos y las estéticas que permiten conocer la belleza. 

El ajuste de la conducta a la norma no siempre es un hecho pensado, solo en casos muy específicos es una adhesión voluntaria, ya que el inmenso conjunto de regulaciones está en un nivel inconsciente que al mismo tiempo aceptó el mecanismo de control que resguarda el apego a la norma. ¿cómo hemos llegado este estado de automatización? pues a través de la socialización transgeneracional que opera en la cultura y ha implantado los criterios valorativos que todos y todas tenemos acerca de lo que es o no adecuado, bueno, permisible. La conformidad con las normas en casos excepcionales es una decisión libre de la persona, como cuando optas por atenerte a las particularidades de una profesión, el resto, es similar a firmar un contrato de adhesión con tu telefónica sin leer la letra menuda, pero te atienes al control y a las sanciones. Por obvia es indiscutible la imposibilidad de explicar a cada persona todo el conjunto de normas, pero si podemos cuestionarnos su origen, vigencia y oponernos cuando sean injustas.

Transgredir es quebrantar la norma y dependiendo de ésta, transgredir es pecar, hacer mal, desviarse, delinquir, convertirse en riesgo para la sociedad y provocar la reacción del establishment, que se manifestará a través del control social para volvernos al orden con sus mecanismos de disciplina desde lo externo (crítica, burla, aislamiento, cárcel, manicomio) o desde la angustia y la culpa inyectadas en el fuero interno. 

Las transgresiones están en función del poder que estandariza a la persona y que afecta las libertades en forma desigual, por eso la desviación y el ser riesgo, nos han afectado a las mujeres en formas muy notorias y específicas, hemos sido objeto de la aplicación del control social aun cuando nuestras transgresiones fueran inocuas o anodinas como el momento en que  ellos y ellas critican el vestido que llevamos porque no va con los zapatos o elegimos no casarnos, no se diga la reacción furiosa del poder que se desata cuando decidimos que no vamos a dar a luz un hijo producto de una violación o dentro de la casa cuando no mostramos la aquiescencia sexual que nuestro conviviente asume que es su derecho. 

Las normas que agobian a las mujeres protegen “bienes” que los hombres los toman como no transigibles, manifestación de la desigualdad sustentada en el poder patriarcal. A las mujeres se les quemó vivas por ser brujas, se pasó por la guillotina a las que se creyeron con los mismos derechos que el hombre en plena revolución francesa, entre los siglos XIX y XX se encerró tras oscuros muros psiquiátricos a las “histéricas” y la policía apaleó a las que luchaban por el sufragismo y las feministas son todos los días atacadas por el patriarcado y sus agentes. 

Para la mujer al momento, transgredir es el único camino, se vuelve necesario porque para revolucionar el sistema normativo se necesita el compromiso de la otra mitad, pero ellos están en la comodidad del poder y no se activarán sino hasta que logren sentir la razón de nuestra inconformidad y comprendan que las reglas patriarcales también oprimen al hombre. Son varias las transgresiones por las que debemos optar, pero sabiendo que la individualidad de los actos (en casa, en los espacios públicos, en el sitio de trabajo, en sus relaciones de pareja) nos expone al control machista y desde adentro, a la angustia, a la culpa de vernos obrando distinto de otras mujeres y yendo a contramano por las vías de lo establecido.     

La angustia es el precio de ser uno mismo canta Silvio Rodríguez ¿es un precio adecuado por transgredir normas que te oprimen? después de la angustia vendrá la calma de re encontrarte contigo misma sin importar ya lo que de ti se diga. ¿Qué normas ya has transgredido sin culpa? ¿Qué mandatos vas a desacatar? ¿Qué legado de desobediencia y trasgresión vas a dejar a tus hijas y nietas?

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