Persistir atadx, ligadx, ancladx a una historia afectiva y negarse a elaborar el duelo no es sano, en ocasiones la mente se empecina en tener vivo lo que ya expiró.
Efectivamente vemos que existe un gusto por canonizar los primeros amores, por la sensación romántica de sentir que son irremplazables, y se quiere retener o recuperar, sin importar el costo, por lo que ninguna pareja futura será suficiente. En esta situación ha desempeñado un papel muy importante la imaginación de las personas, pues viven en la fantasía del recuerdo que, retocado una y otra vez, se cree que es eterno.
Tal vez la prevalencia de estas propensiones necrófilas de los amores —ya sea en fantasías o en la realidad— tenga su origen en oscuros laberintos instintivos donde la vida y la muerte tienen mágica continuidad lo que evidencia la creación de leyes explícitas en contra de la tendencia aberrante a inmortalizar el objeto de amor y deseo. Quizá la necrofilia sea más común de lo que nos guste reconocer, después de todo, la muerte y el sexo, abismos insondables, siempre han estado relacionados, incluso en el idioma francés, la petite mort o “la muerte pequeña” es sinónimo de un orgasmo sexual.
Sin embargo, en este apartado hacemos referencia a la necrofilia amorosa como la franquicia conferida por el pasado, a la creencia que el primer amor es irrepetible, glorificado en una imagen idealizada, exenta de defectos de lo que fue, y muy a menudo se hace la comparación repetida de aquella relación con la que se tiene en la actualidad, y esa idea casi alucinatoria de competencia de un ser inexistente y cuasi perfecto/a existe únicamente en la imaginación.
Si bien la memoria tiene su papel protagónico, ya que perturba o apoya, hace sonreír o acaba hundiendo en la tristeza, es muy común cuando se está dando vueltas a los pensamientos que generan diversas emociones, entre situaciones actuales y recuerdos, comparando cosas que alguien dice o hace con las cosas dichas o hechas por un fantasma que mantenemos vivo y le hemos dado un estatus de modelo-referencia y lo que ocurre después, seguirá siempre el mismo patrón. Cuanto más se piensa en lo mal que se está con la pareja o cuando hay un sentimiento de soledad, más sensaciones desagradables genera y más se activa ese monitor de discrepancia que rememora el pasado en lo que podría haber sido y no fue, de manera lacónica se magnifica, se embellece aquellos años dorados, se menoscaba el presente.
No es saludable negarse a elaborar un duelo, ya que genera sufrimientos inútiles, porque de alguna manera son provocados por la manera de interpretar las cosas, bloqueando la vida cotidiana, y el disfrute del ahora.
Sería bueno empezar a reconocer y valorar lo que se dispone en el mundo afectivo actual, en lo que cada persona es y lo que representa para el otro u otra, en fin, el amor maduro viene cuando se acepta el realismo crudo, la imperfección y la sinceridad desde lo fundamental.
Ordenar los sentimientos, ponerles nombre, entender por qué están ahí y no desaparecen, y sobre todo aceptar que si están ahí es por algo y que, si se los asimila, se los siente y se los acepta, se está facilitando los pasos más importantes para pasar página de este pasado y seguir con la vida sin ese equipaje tan pesado.
Excelente artículo, en muchas ocasiones nos aferramos a vivir una relación de fantasía que nos haga feliz, idealizando personas, tiempos y situaciones.
Gracias por tu ayuda!!!