No es discutible que el amor erótico es un acontecimiento extraordinario, sin embargo, aseverar que este amor, es el estado psicológico que determina la vida de la persona, es un embuste de las maniobras de la moral religiosa, que suspicazmente ha atado con hilos transparentes, la sexualidad y el amor. Hace tanto tiempo, uno de los constructos culturales que definen los pensamientos y afectos, es el mandato acerca del amor y las relaciones de pareja.
Es de consumo masivo una teoría cultural sobre el amor, pensada desde las propiedades que se puedan comprometer y de una normativa tradicional que pretende generalizar las decisiones de las personas, para que toda disidencia respecto del amor y la pareja se perciba inaceptable y sea sofocada por el repudio social.
Generación tras generación consume el amor de pareja como un enlatado sellado al vacío con un contenido precocido a salvo de cualquier intrusión que pudiera modificar su sabor.
En la etiqueta no hay fecha de caducidad ¡impensable! pues uno de los ingredientes básicos es la perennidad incluso con la fantasía de una perdurabilidad del amor más allá de la muerte. La omnipotencia es otro aditivo del amor enlatado ya que “el amor todo lo puede”, en tal virtud su consumo produce total conformidad con las reglas que impone en la pareja, quien tenga más poder -por lo general el hombre– dota de una tolerancia, con niveles casi estoicos a la mujer, pues en nombre del amor, la cultura exige sacrificios que comprometen los cuerpos, el tiempo y los sueños. La omnipotencia del amor causa un efecto rebote al consumirse, pues si aparece un problema en la pareja la primera reacción es asumir que el amor se ha esfumado.
En la lista de ingredientes consta, la cualidad de que el amor concede la completud, que nos hace falta, pues solo la “media naranja” es la garantía de vivir realmente este sentimiento. La etiqueta vistosa sugiere que esa media naranja ha de conservarse porque le da sentido a la vida, comparte todas las actividades en todo momento, hasta fundirse en un solo ser, alcanzando el ideal moral. Cuando la media naranja no está cerca, los celos dan el sabor especial y único con que se reconoce al verdadero amor. Celos más sufrimiento son parte del amor enlatado y quien desee amar deberá estar dispuesto a saborearlos.
Sin embargo, el público consumidor poco a poco se ha dado cuenta que el enlatado no dice la verdad en cuanto a los ingredientes del amor, debido a la manera de servirse; al calentarse a distinta temperatura, o al aprovecharse con otros aderezos, en momentos distintos a las instrucciones.
Sabemos que los ingredientes del amor enlatado que nos han vendido, no alimentan; más bien intoxican paulatinamente, al omitir la libertad y el sentido de igualdad en la relación. Para pasar de la mera atracción física o del placer sexual, al amor como experiencia compartida en la cual, aunque nos asuste su finitud, sea el espacio de felicidad que anhelamos necesitamos esencialmente de la libertad e igualdad.
Al final del día puedes hacer una reflexión, ¿Qué esperas recibir y que puedes dar a cambio? ¿Cómo sería un amor bonito para ti? Recuerda que mereces un amor desde la reciprocidad que te haga sentir toda la paz del mundo, seguridad y confianza, un amor autentico, que te acompañe en las buenas, en las malas y en todas.