Apenas inicia el año, la naturaleza nos muestra su movimiento por leyes, a las cuales el ser humano, no puede escapar. Cuando entendíamos que superamos la pandemia nuevamente una mutación biológica nos obliga a dar marcha atrás y revisar dichos avances que afirmaban seguridad. El movimiento pendular es constante de ida y vuelta, avance y retroceso, de ascenso y descenso que sucede en el cosmos y, por tanto, en las cosas humanas; tal vez en varias civilizaciones pretéritas, así como en la vida singular de las personas.
Por lo general nadie nos enseña acerca las leyes inherentes a la vida, pero están vigentes en la sabiduría de los pueblos y son intuidas en lo cotidiano, pero como no las podemos manejar sería bueno tenerlas presentes, así pretendemos anticiparnos al shock traumático de lo inesperado, que más de una vez nos echa al piso todo lo que habíamos dado por inequívoco.
La vida afectiva no queda libre de esta ley de avance-retroceso y todo anhelo de perennizarse en un determinado momento de calidez relacional, resulta una lamentable ilusión; si no se tiene presente que siempre vendrá un cambio hacia el otro extremo. No se trata de programarnos con una actitud ambivalente y de menosprecio frente al amor, al placer y la felicidad dándolos por perdidos apenas irrumpen en nuestra vida, sino de ser sensatos respecto de su finitud para cuidar y valorar lo que disfrutamos, disposición que frenaría el inexorable movimiento pendular.
A lo largo de una relación de pareja hay innumerables ascensos-descensos en el nivel de satisfacción que tenemos que aceptarlos, aprendemos a movernos a su ritmo para evitar que el impacto destroce lo que se ha construido. Así exista un factor de voluntariedad; el amor y el compromiso, se hablan y actúan desde la unilateralidad psicológica y desde la asimetría sentimental que justamente desequilibran el sistema permitiendo la dinámica de oleajes y resacas.
Estar al corriente que las leyes de la naturaleza son inapelables, ayudaría para que, cuando llegue el momento cruzaremos por el dolor y el miedo con temple, con paciencia, porque sabemos que pasarán y tras un sufrimiento llegará la alegría, residiremos con serenidad esperando que fluyan las cosas sin la desesperación, que conduce a recetas psicomágicas para traspasar el fuego sin quemarse.
De alguna manera las personas tenemos un gran potencial interno para ser y hacer lo que queramos. Sin embargo, la base radica en conocerse así mismo/a, darnos tiempo para estar en silencio, para pensar y meditar; el intercambio dinámico que circula en la vida esta presente en cualquier relación. Somos seres senti-pensantes, por los que nos viene bien construir una red de afectos y cultivar la autonomía emocional.
Lo cierto es que en este universo, es obvio que el tiempo que se tarde la oscilación es inescrutable, pero se puede crear un contexto mental que, impresione el proceso acelerando o refrenando y no alargando los finales para vivir una buena vida en libertad.