Junto a los ritos de fin de año, en los medios aparecen, los espacios premonitorios suscritos por mentalistas, astrólogos, cartománticos y místicos de variedad infinita que aseguran ver el futuro y conocer qué cosas positivas y negativas vienen en los siguientes meses, información preciosa para las personas ávidas de una palabra que dé razón o alivio a la angustia existencial que atraviesan.
El temor a lo desconocido y la incertidumbre acerca de nuestra existencia son dos características humanas que han sido estudiadas por la filosofía, las ciencias (entre ellas la psicología) y enfocadas por cualquier otro pensamiento mágico, algunos de los cuales reclaman tener la dignidad de una ciencia aunque no pasen de ser especulaciones indemostrables empíricamente, pero sí muy rentables en consultorios y sitios web.
Todas las predicciones saltan en el tiempo, indican que hay más adelante, utilizando un lenguaje refinado de corte general, muy vago, como por ejemplo “vienen momentos de angustia que con tu intuición y armonía pasarán sin lastimarte” o “habrá dolor y enfermedad en el mundo y miles unen sus manos para llevar alivio al que sufre”, pues ningún astrólogo o mentalista ofrece cifras o datos concretos, ninguno menciona que hay todo un conjunto de factores estructurales de la sociedad que determinan un orden de las cosas contra las cuales a duras penas podemos oponernos y que la inmensa mayoría de personas ni siquiera repara en su existencia, todos dejan flotando alrededor de su tramoya más o menos espectacular, la ambigüedad de las palabras, y no es casual.
Las personas que se autoerigen como iluminados son hábiles explotadores de la necesidad de certezas que sofoquen la incertidumbre humana, además revestidos de una aura de autoridad experta o mística manejan el sesgo de confirmación, siendo un error del pensamiento que hace que cedamos total aceptación a la información ratificando nuestras creencias, sobre todo en aspectos gratificante; por eso la gente se halla más conforme con el horóscopo o el tarot que con los resultados de un tests de personalidad o una entrevista clínica.
En tiempos de posmodernidad se pierde la fe en la razón, en la ciencia y nos hemos volcado al aquí y ahora, al consumismo, al placer vacuo, a lo individual y en este devenir los gurús, místicos y pseudoterapuetas aumentan sus rentas, en tanto hombres y mujeres, eluden la introspección, el razonamiento, la discusión y la necesidad de asumir que con sus actos de hoy serán responsables de lo que ocurra en el futuro.
Tener un 2022 de dinero, amor, paz, salud, armonía, no es la conjunción de las estrellas o que el universo conspire a nuestro favor y la naturaleza vibre consigo. Si queremos lo antes descrito, hay que ponerse en marcha, trabajar en una/o, sacar a la luz anhelos y abrir los escondrijos de la mente donde se acumulan miedos y vergüenzas.
Mírate en el espejo de la sinceridad y respóndete las preguntas ¿quién eres?, ¿qué quieres? haz un examen profundo, para conocer tus atributos y limitaciones, aprende a separar adecuadamente las emociones y las razones, para actuar con inteligencia, perspicacia, desde un lugar con más conocimiento y experiencia.
Todas las personas empezamos de una u otra manera, Año Nuevo es un reinicio y renacer, pero también es continuidad de las memorias cálidas que nos han sostenido y nos permiten seguir, Año Nuevo también puede ser el reinicio de antiguos y nobles placeres que los hemos dejado olvidados cuando nos embarcamos en el mundo del consumismo y de la materialidad.
La ilusión con lo que viene del Año Nuevo puede ser un tiempo de encontrar nuevas amistades, explorar nuevos terrenos en nuestras relaciones, a través del afecto emprender largos viajes inmateriales por la ruta de la felicidad, abrirnos a las posibilidades de este presente, para nuevas aventuras e historias.
Un inicio requiere un impulso, concéntrate en un futuro que te emociones vivir, lo mejor aún está por llegar.