La rueda de la rutina o el ritmo frenético de la vida atrapan. Desde el optimismo insensato y también del pesimismo se suele creer que las cosas no van a cambiar y que probablemente lo que se está viviendo, es lo que providencialmente nos toca y crea un estilo de vida que se va consolidando por varios años. Estamos tan inmersos en el automatismo y la inercia que llegamos a anularnas/os, impidiendo contemplar otra forma de vida.
Nuestra sociedad tiene esquemas que están establecidos de una manera, con un mecanismo de disciplinamiento social, motor de la producción y del consumo, de manera tal que actúa como viabilizador del sistema capitalista, para lograr su implantación en la vida cotidiana.
Y si bien es cierto que la rutina puede ser buena, permitirnos logros por la perseverancia y darnos estabilidad, cuando nos adaptamos al funcionamiento social e interactuáramos en el marco de derechos y obligaciones, los cambios, por mínimos que sean, presentan un beneficio a la percepción de nosotrxs mismxs y de lo que nos rodea.
Tomar la de decisión de colgar la mochila al hombro, de embarcarse en una aventura, tomar un camino distinto, irse a conocer el mundo y vivir lo nuevo no es fácil, hay que recordar que las decisiones difíciles suelen hacernos algo más dueñxs de nuestra vida. Un sabio oriental dijo: incluso los caminos más largos comienzan con un primer paso.
El ser humano nació y evolucionó como nómada y es algo que quedó inscripto a ímpetu en nuestro ADN. Lo que no se mueve, se atrofia. Y eso afecta también a nuestra percepción, las emociones y el intelecto. Moverse es evolucionar, evolucionar es vivir. Viajar es vivir, hay mucho ahí afuera que es bueno descubrirlo.
Se conocía que el cerebro, a partir de la edad adulta, ya no se modificaba. La ciencia ha demostrado que no es así: las neuronas pueden crear nuevas conexiones, e incluso se pueden formar nuevas neuronas, a lo largo de toda la vida, la clave radica en estimular y entrenar nuestro cerebro. Según José Manuel Moltó, miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Neurología (SEN), existe tres elementos claves para hacerlo: enfrentar nuestro cerebro a la novedad, la variedad y el desafío. Viajar cumple con los tres.
Al viajar se intenta absorber distintos paisajes, culturas, lugares increíbles y sitios míticos, además se realiza actividades que no se hubiese hecho en otro lugar, nos hacemos de más opciones para satisfacer nuestros gustos o necesidades, ampliando conocimientos, capacidad de adaptación al entorno o las circunstancias, enseñando nuevas formas de pensar y de hacer.
El planeta se está moviendo, dentro de una galaxia, no podemos quedarnos y estar quietxs, hay que voltear alrededor, mover el alma, experimentar la adrenalina de un destino, observar por los propios ojos cómo es el mundo y entender mejor su funcionamiento, almacenar recuerdos, sumar experiencias, esta vida requiere que nos esforcemos por cumplir lo que deseamos.
Irse de viaje realmente es irse de sí mismx, con la mente, con el cuerpo, a donde se vaya, se haga lo que se haga, se viaje por el motivo que sea, lugar cercano o recorrido largo.
Deséalo, vuela y disfruta.