ABRAZAR LA SOLEDAD

Lovecraft el novelista estadounidense decía, no tengo miedo a la soledad pues la gente es infinitamente más peligrosa, expresión que cuestiona la omnipotencia de ese miedo fundamental a la soledad que es común en el ser humano y que tanta entrega sacrificial demanda para evitarla.

Reflexiones acerca de la soledad: aislamiento afectivo en medio de otras personas; estar apartado de las personas; condición inherente a la autonomía de la persona que no acepta más gobierno que su propia conciencia, que en la hora de decidir está infinitamente solx y se hace cargo de sus resoluciones.

Estar aislado en compañía de las personas tiene que ver con la llamada soledad emocional causada cuando se nota y siente que no se tiene el aprecio, el cariño, el amor que se supone deberíamos recibir en reciprocidad a lo que damos. Es también la soledad que acaece cuando ha partido definitivamente alguien que nos prodigaba toda la atención, cuidado, tranquilidad, sentido de seguridad, afecto, calidez, apoyo que valorábamos como necesario y exclusivo para funcionar en el día a día; es la soledad que deja la ausencia irrevocable de personas a las que realmente hemos querido; pero también se esconde en la cara más oscura de la dependencia emocional que mutiló la capacidad de acercarse a otras personas. 

La soledad por estar apartado de otros, es un lugar al cual se llega por decisión propia o al sufrir exclusión. La soledad autoimpuesta podría entenderse como un acto radical de quien ya no empatiza con el grupo y opta por separarse. No es la alienación de quien ha perdido los hilos conectores con la realidad sino de quien va en busca de algo singular y de valor personal en una marcha filosófica sin estándares de comparación que más de una ocasión produjo vidas excepcionales. La exclusión es en cambio proverbial de la crueldad humana y produce una soledad muy dolorosa ya que supone el destierro afectivo irredimible que se aplica al que no se considera igual ni digno.   

La soledad de las personas autónomas no es pesarosa, aunque quienes no alcanzan a entender a las mentalidades libres crean que es desagradable y están además tan lejos de entender que se puede encontrar felicidad y placer sin ataduras interpersonales ni dogmas de convivencia. Es la soledad existencialista, que acepta sin temor ni amargura la fragilidad y finitud de la propia vida y que a pesar saber de lo efímero que resulta el amor apasionado, disfruta colmado de éste.

Sea cual fuere la causa de la soledad, siempre es una opción de aprendizaje que va desde las cotidianas operaciones instrumentales, hasta las más elaboradas dimensiones espirituales que se alcanzan al conocerse y reconciliarse con uno mismo aprendiendo a estar en calma con sus pensamientos, concentrándose en el Yo, sintiendo la naturaleza como un todo del que somos una parte. La soledad nos da la oportunidad de tener silencio en un mundo interconectado de resonancias banales, es un alimento espiritual incomprendido, es la piedra filosofal que transmuta la angustia en paz interior, que transforma el miedo y la nostalgia en ese sentimiento calmo de extrañar a alguien que se llama saudade.

Así como los antiguos guerreros velaban en profunda soledad sus armas para hallar el valor para la lucha y significado para su sacrificio ¿Puedes elaborar tu propio ritual de soledad, introspección y aprendizaje? ¿Sabes qué fantasmas te acechan en la soledad y que desean de ti? ¿Qué voces puedes escuchar en el silencio, las de amargura o también las de autoestima? Siempre la soledad está contigo, cuando hace actividades sin compañía, cuando te reconoces  como tu mejor compañía,  al cerrar los ojos, al final del día, tal como en el momento postrero de tu vida física.

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