Ciertos ritos arcaicos transmiten el mensaje de practicar una tolerancia solemne ante el dolor porque saldremos más fuertes; ya que no hay tragedia o angustia de la cual el ser humano no sea capaz de obtener un crecimiento.
Aprendían quienes se iniciaban en los caminos de la sabiduría: sabían que del vino dulce se prueba muy poco y la bebida amarga hay que tomarla a largos tragos, sin lamentos. La hiel enseña a valorar la dulzura fugaz y a la vez, el cáliz dulce anuncia que la amargura, por grande que sea, tiene un final. Esta dualidad simbólica permite a quienes abren sus ojos, encontrar razones y sentidos a las muchas cosas que padecen en sus días. Esta parte de la alquimia psíquica, es el fundamento esotérico de lo que hoy se llama resignificar.
Con frecuencia en las redes sociales se vienen oleadas de posteos de autoayuda, superación, sanación, nuevos estilos de vida, en fin; unos más válidos que otros, casi todos bien intencionados, pero quizá muy pocos suficientemente establecidos en hechos y saberes comprobados.
Resignificar es una de las acciones que se han recomendado en los baratillos virtuales para resolver todas las vicisitudes molestas del día a día, (como quien prescribe enzimas para una mejor digestión), pero no todo contratiempo requiere o merece que nos detengamos para darle un nuevo sentido.
La resignificación es un proceso racional, eficaz únicamente en la terapia donde se analiza cómo se articulan y se condicionan recíprocamente las percepciones, las memorias, los pensamientos, las emocionales con el fin que la persona encuentre un significado nuevo/alternativo a algo que ha sucedido y le ha dejado un mensaje por lo general de dolor-menoscabo. Resignificar no es negación pertinaz de algo que nos ha lastimado el alma, es hallar un valor o un sentido distinto a ese dolor o miedo.
Los pensamientos y las emociones están conectados, por eso los recuerdos de algo traumático o el quedar frente a un estímulo que evoca sufrimiento, causa miedo, angustia, tristeza, ira, vergüenza, etc. pero podemos viajar hacia ese pasado y volvernos a colocar ante el hecho doloroso para verlo de distinta perspectiva y desde otros ojos comprender ¿por qué estuvimos ahí? ¿qué hicimos o dejamos de hacer para estar ahí? ¿por qué esto ha dañado mi vida? Cuando logramos extraer respuestas distintas a las que se han encajado en nuestra mente, hemos resignificado la experiencia y hasta podemos alcanzar beneficios de lo acaecido.
La resignificación plantea un viaje inteligente pasado-presente o presente-pasado trazando causalidades explicativas alternas a las del presente. No se trata de simples quimeras de una realidad contrafactual sino de una verdadera cirugía mental que haga de las heridas, cicatrices y de las cicatrices, signos de fortaleza y oportunidad,
Dejar las creencias que ya no resuenan contigo, es válido para encontrar nuevas opciones desafiando el sistema de creencias que nos acompañó en algún momento, borrar el lienzo que con el paso de la vida se fue construyendo, para crear nuevos diseños, hay una existencia por delante para hacer de tu lienzo tu obra favorita.