Muchas veces hemos estado entre la incertidumbre de presentarnos como somos o ponernos la máscara ante los demás, ubicando en tela de duda el proceder individual. Entre la dicotomía del ser y del aparentar, damos cumplimiento a varios papeles en la vida, sea como protagonistas, otras veces secundarios y/o espectadores, cediendo el control remoto del bienestar propio, a las «voces» ajenas.
Somos seres sociales por naturaleza, nacemos para vivir en grupo por eso, es natural que modifiquemos ciertas conductas y progresivamente vamos adaptando nuestra personalidad en función de aquello que se espera de nosotrxs o para sentirnos más a gusto y agradar al resto. Sin embargo, es bueno identificar qué es lo que a cada unx le corresponde y qué pertenece a un disfraz que tiende a protegernos de la crítica y a la vez impide ser como somos.
Es singular escuchar la palabra autenticidad cuya definición concierne, el vivir de acuerdo con lo que realmente se es, sin engaño ni presunción, sintonizándose y viviendo en el momento.
La autenticidad parece requerir un profundo reconocimiento de unx mismx y falta de hipocresía, prometiendo una profunda honestidad y una conexión abierta con los demás, es sentirse cómodo con la vulnerabilidad, siendo consistente en el tiempo.
Tomar conciencia de ello inclinará la balanza para mirar al mundo, a los demás y también a nosotros mismos y a nosotras mismas con una mirada apreciativa, viendo la realidad con el mayor rigor posible y a la vez con la mejor valoración de lo bueno que nos rodea, sin renunciar al pensamiento crítico. No se trata de aceptar o consentir todo y a todxs. Pero sí de valorar aquello que hace visible su ser único y valioso, aquello que el humanismo y el individualismo ético han ensalzado.
La manera de relacionarte con los demás puede no estar liberada, sino condicionada, mantener atención a nuestra manera de estar en el mundo y en cómo nos relacionamos con los demás, fortalece entender cómo funciona nuestro mundo interno y nuestra manera de ver el mundo externo.
Necesitamos atravesar miedos, límites, prejuicios, proyecciones y falsas creencias frente a unx mismx y a los demás, es posible que descubramos que resulta más fácil y mucho más bueno, útil y bello lo que nos une al resto de personas, para poder estar, con lo que realmente somos.
Empezar en trabajar en el amor propio, constituye el poder que se tiene para crear, cultivando palabras que manifiesten las verdaderas intenciones, sueños y lo que realmente somos; siendo coherentes entre los pensamientos, palabras y acciones, esta condición deja de lado las etiquetas, máscaras, apariencias, así cada paso caminado en la vida será más sutil y el viaje será más placentero.
En esta sociedad apremiante y exigente, el proceso de buscar la autenticidad no será fácil, cada vez hay más personas que buscan salidas y refugios para encontrarse, el secreto será en ser honestx contigo y atreverse a conocer quién se es y en que se cree; tal vez puede generar miles de opiniones, pero hay que recordar que la voz más fuerte que cada unx debe escuchar es la propia.
Apréciate, estima tu individualidad, sé tú en todo momento.