En una cultura en la que la creencia del “y fueron felices para siempre”, instiga a hacer ver o sentir que todo está bien, aunque sepamos que no; y aún más con la arraigada existencia transcultural de la idea del amor romántico o pasional que confiere la fuente de realización personal-familiar, este ámbito de creencias, normas, conductas y expectativas amorosas, se vuelve una directriz que impiden gestionar una separación sana.
Cuando en las relaciones ya no se comparten sueños, conversaciones, ni sofá, cafés, miradas, ni la complicidad de apoyar al otrx en las horas bajas; cuando el tiempo y las ganas sucumbieron ante la rutina, callaron ante el silencio y la mente se encuentra constreñida, agotada, sin confianza, intimidad, ni admiración, la frustración de las expectativas personales está presente, y a pesar de haber intentado cambios, florece el desamor, podemos decir que la relación no está funcionando y dejó de ser un ideal.
Acoger una dirección más amable y constructiva, posibilita acabar las relaciones con el mismo espíritu racional con que empezaron. Si bien se conoce que una separación es una pérdida substancial, un acontecimiento vital que se considera estresante y que genera un impacto emocional, también el ser consciente representa una ganancia al ampliar la conciencia, diseminando la habilidad de darse cuenta de unx mismx, de lo que pasa en todo momento y de la interacción con el exterior.
Se conoce que la naturaleza humana demanda que las personas heridas quieran lastimar a otras, pues cuando una figura fundamental empieza a desaparecer de nuestra vida podemos sentirnos profundamente perturbadxs por la percepción de abandono o de burla; aunque los impulsos biológicos estimulen de forma natural hacia la venganza, reproches y el rencor, es viable adoptar un enfoque más amable, propositivo y trascendente a la hora de abordar el fin de una relación.
Una separación también puede ser una gran oportunidad personal, y por ende transformará la forma de relacionarse con los demás y con unx mismx, tendiendo hacia una separación consciente, siendo un viaje a un reencuentro con uno mismx, rompiendo la coraza moral, venciendo la necesidad de complacer y evidentemente, dejando de correr de un lado a otro sin saber a donde vamos.
Según Katherine Woodward Thomas, la separación consciente es un ruptura o divorcio, caracterizado por una cantidad tremenda de buena voluntad, generosidad y respeto, en que la pareja que se separa intenta hacerse el mínimo daño posible el uno a otro, así como a sus hijxs (si lo tienen), es crear acuerdos y estructuras para que todos los implicados puedan ganar, progresar y crecer a partir de ese momento.
Una separación digna empieza con reconocer la intensidad de las emociones presentes (ira, miedo, tristeza, etc.) utilizándolas como combustible para un cambio positivo, conquistando la libertad emocional. Un ejemplo podría ser tu desarrollo profesional como aliciente para ti, si encuentras en este momento una buena oportunidad para impulsar tu carrera.
Examinar cual fue tú papel en esta relación es indispensable para dejar de pensarte como víctima, aceptar la parte de responsabilidad y tener el control; así no se repite los mismos patrones erróneos en próximas relaciones. Identificar las creencias, sobre el amor, es imperativo para reconocer que “la relación importante es contigo mismx”, conectar con la propia fuente interna, para descubrir quiénes somos y qué queremos.
Deshacerse de los residuos emocionales tóxicos de la ruptura y transformar gradualmente, la relación entre su ex y tú. Siendo generosx y cordiales se promueve una vida sin resentimientos.
Y finalmente, reinventarse cada día: instaurando nuevas estructuras, rituales y rutinas respecto de su ex para organizar el cuidado de sus hijos (si los hay) y si no, hacerlo individualmente, integrando el ayer de un modo positivo en tu propia biografía, abriendo lugares para espacios nuevos, disfrutando del silencio, teniendo actos de amor propio.
Somos todo lo que dejamos atrás para construir un mejor mañana, libérate.