Gran parte de las relaciones sociales en el mundo actual están plasmadas desde la virtualidad porque se puede conectar con el otro/a y sus circunstancias en diferentes contextos con solo seguir una cuenta, hacer un click en redes sociales o marcar un número en el móvil, si bien se está tan cerca, a la vez creamos un contenido social e interpersonal muy distinto al real donde el algoritmo ha ganado el privilegio de ser el camino.
Muchas veces las historias de superación personal se encaminan al positivismo fugaz con imperativos del tipo “hazlo sin límites, termina con las barreras, cumple tus metas, no te rindas, visualiza, etc.” que va enfocado hacia la intolerancia extrema con la calma, la permisividad, la transgresión, el borrado de la pasividad, es un precipicio hacia la “sociedad tóxica”, donde el estrés se convirtió en algo natural porque es parte de la vida normal. El desgaste emocional que produce tratar de siempre agradar a los demás es enorme, mucho más en esta sociedad que nos infunde que lo importante es ser “el/la mejor”.
Imaginemos por ejemplo el escenario de compartir una fotografía en Instagram, ¿cuántas fotografías se tuvieron que hacer antes de la subida? ¿Cuántas veces se dijo que no valen las anteriores, sin caer en cuenta que todas esas veces te dijiste que NO vales? ahí estamos estrellando peligrosamente la autoestima en el muro de la autoexigencia, acercándonos a extinguir el amor propio y dando la espalda a la mayor herramienta para afrontar la vida: la resiliencia.
El interés de pertenecer y buscar la aceptación para que nos tomen en cuenta, conlleva a que cambiemos la forma de ser y de ver el mundo, nos convertimos en una materia plástica que nos permite encajar derritiendo nuestras formas naturales, como si la vida fuera un Tetris donde sacrificamos parte de lo que somos perdiendo la identidad, dándole peso a lo que tenemos que ser con tal de conseguir la aprobación, vamos a la búsqueda constante de la fórmula mágica que se refuerza en el pensamiento pero no llega a la acción.
El problema es que terminamos decepcionados y horrorizados con las “normalidades”, y acabamos creyéndolo también por el continuo bombardeo de voces, imágenes, signos y símbolos en los medios y la publicidad, cuyo mensaje velado es no reconocer ni aceptar el límite personal que permita identificar la vulnerabilidad inherente al Yo y el riesgo en el que se está enfrascado.
Condicionalmente no se acepta ni la crítica ni la frustración y por eso seguimos frágiles ya que el juicio de la sociedad a veces cruel e implacable, es fácil que acabe siendo el nuestro golpeándonos con fiereza cuando desfallecemos en la lucha permanente por estar visibles y agradables. Hay que decir las cosas por su nombre para así entender cómo lidiar con ellas, dejando de lado la autojustificación y el victimismo, mecanismos de defensa que se arrastra desde generaciones atrás, cuyo efecto colateral es dañino pues cuestiona el valor, alimenta la desconfianza y socava la responsabilidad con nuestras propias decisiones.
Concurren los discursos contradictorios como caldo de cultivo, donde se merma la sobreprotección, se disimula el miedo, se niega la debilidad. Por eso es importante desarrollar habilidades para enfrentar la vida, siendo capaces de resolver por sí mismx los conflictos que en el cotidiano aparecen, hay que plantearse metas y esforzarse para cumplirlas, consiguiendo un alto nivel de resistencia a la frustración, en pocas palabras ser auto gestionables ante las contingencias.
Si no se decide cambiar, si no somos conscientes de nuestra nula representación, seguiremos con la comodidad que el sistema quiere hacer prevalecer. De verdad, una inmersión en tener conciencia plena sería un camino para identificar que las acciones propias y cotidianas dañan o benefician a la colectividad en la que se vive, en la ciudad, país y finalmente repercuten en todo el mundo.
El reto es conectarte contigo, silenciando las voces de afuera, no permitiendo que nadie defina tus creencias, valores ni la forma de ser, presentándote como la versión más auténtica y no sacrificándose por la comodidad de otros.
Conócete, escucha la intuición donde puedas ser tú y sentir paz con eso.