El minimalismo no se trata solo de la disposición a tener menos cosas, quizá podamos entenderlo como una consigna de resistencia al sistema, aunque la acumulación sea un enfoque egocéntrico y tendencia general. En la actualidad nuestros sentidos están siendo bombardeados día/noche, la vida se ha complicado por el entorno apremiante del consumo. Sin duda aun teniendo pocas cosas, tenemos demasiado en nuestra vida, exagerados problemas, excesivas preocupaciones, obligaciones que asedian el pensamiento, queremos abarcar demasiado, y el que mucho abarca, poco aprieta, eruditamente señala el refrán.
¿Podemos pensar en la práctica de un minimalismo en el mundo afectivo? Algo así como el proceso de deshacerse de los fósiles emocionales, aquellos “quistes” afectivos que se logra haciendo una limpieza de los armarios del corazón, aireándolos para dejar que, entre la luz, para interpretar adecuadamente el entorno social y hacer razonamientos, inferencias y atribuciones apropiadas, incluidas las competencias de regulación verbal. El minimalismo emocional exige salir de la zona de confort, cuestionándose las propias creencias, teniendo un pensamiento crítico respecto a éstas, así como también sacar esos cadáveres putrefactos por las rumiaciones sobre posibles abandonos, miedo a la soledad, al rechazo, pseudosimbiosis (no estar completo sin el otro) y culpas que hemos ido escondiendo para evitarnos el malestar de elaborar el duelo o de cerrar un ciclo.
¿Un minimalismo emocional podría ser como vivir solo con afectos básicos? ¿No tener compromisos o solo con muy pocas personas o ir dando de baja cuando esas personas y los sentimientos que nos brindan ya no nos son funcionales a nuestras aspiraciones? Ordenando la mente, entendiendo que hay personas que llegan a la vida para quedarse y otras no, que cumplieron un ciclo, tal vez consolidaron nuestros días, son depositarias de nuestra gratitud, pero deben quedar a atrás, soltando el condicionamiento, cuestionándonos si en las relaciones que mantenemos hay sensación de ligereza o ansiedad, si actuamos desde la autenticidad o del compromiso social, siendo conscientes de lo que se vive y se siente.
De vez en cuanto las palabras que absorbimos, si no sirven y no nos pertenecen, hay que soltar la cuerda que las sujeta y dejarlas ir, para simplificar la historia, ahorrando energía. La vida se conforma de pequeños momentos, fluir en los instantes, es un compromiso que se decide diariamente, quedándonos con los que nos hace bien, disfrutando con consciencia y libertad, obteniendo un balance en la vida.
Comprometerse y detenerse del ir entre el caos o el aburrimiento, asumiendo las propias emociones, reconociendo los hábitos que acumulan cargas apasionadas, explorando desde la contemplación que implica no depender de otrxs, sino por el aumento de la riqueza cualitativa de la vida diaria, la reverencia por la creatividad, el sentido de frugalidad, responsabilidad con unx mismx.
Se podría empezar a pensar qué es lo verdaderamente importante, lo esencial, eliminar todo lo demás, quedarnos únicamente con lo que da claridad, tranquilidad interior y es así como la ventaja de un minimalismo afectivo sería vivir sin dependencia, conocer qué es lo que se quiere en la vida y con ello tener claridad en qué dirección se transitará para lograr alcanzar objetivos y metas propuestas, con una manera de vivir compasiva.
Me pregunto, una persona puede ser ella o él mismo ¿sin basarse en una historia afectiva? ¿Sin una verdadera colección de memorias y sentimientos qué le guíen como actuar sin dramas? Sería bueno recordar que, si con todo lo que se tiene, no se es feliz, tampoco lo será adquiriendo compulsivamente lo que falta.