Con frecuencia nuestra vida psíquica y espiritual tiene que ver con los rituales y los convencionalismos que nos integran a la cultura; al tachar en el calendario el 31 de diciembre se activan ideas – creencias, echamos andar variadas prácticas que cargadas de simbolismo, despiden con inventarios emocionales al año que termina y saludan con esperanza al que empieza, tal como si la vida llegara a un punto de inercia desde donde regresamos a ver lo pasado y a partir del cual otra vez mirando hacia adelante empezará a fluir todo.
Es el momento tradicional de formular los compromisos a partir de mañana: dejar de fumar, aprender un idioma, acercarse a la familia, dedicar tiempo al deporte, leer, viajar y una retahíla de declaraciones de voluntad para el nuevo año. Se marca el momento de reiniciar la dinámica de nuestras vidas.
Nuestra existencia es una sucesión de vivencias encadenadas por la causalidad, a veces modificadas por la contingencia psicosocial o por el azar que la razón no encuentra cómo explicar, en esencia, gran parte de lo que somos y hacemos es el resultado del historial de nuestras acciones y omisiones.
En sociedad reiniciamos conformes el vertiginoso ritmo mecánico de trabajar, consumir, producir y disiparnos disciplinadamente el día de la semana que nos corresponda, reanudamos la búsqueda de placeres que resultan insustanciales y nos dejan una resaca de vacío, restablecemos el riesgo de sumergirnos en el nihilismo.
Llegó el tiempo de retomar la marcha sin negar el pasado que nos condiciona y respecto del cual algo habrá siempre pendiente de resignificar en la mente y resolver en el alma, volvemos a las rutinas que nos permiten mantener lo que somos y producimos, pero podemos optar entre seguir llanamente el patrón o intercalar con ciertos aditamentos que alteren el curso normal de las cosas.
Hablo de reanudar la vida reforzando las acciones que podrían dar otro sentido a nuestra existencia, más que lo que logremos en el gimnasio o visitando a diario a los hermanos. ¿Qué tal si emprendemos algún trabajo de verdadero altruismo? el mundo es un lugar inhóspito para muchas personas que podrían estar cerca y algo de lo que podamos dar, cambiaría sus días. ¿y si en verdad ahora iniciamos los estudios que más allá de un rédito monetario nos permitan sentir la autorrealización? quizá aprender un arte o un oficio que matice con tonos emocionales distintos nuestros días. ¿Qué podemos hacer para trascender del itinerario al que estamos sometidos? nadie podría elaborar y difundir un listado de actividades distintas a lo que hemos venido viviendo, pero cada quien podría atender aquella voz interna que susurra que algo falta, que todo esto está inconcluso y hallar su respuesta.