Desde la ficción y la explotación de la fantasía, el porno es en cuanto a contenidos, un conjunto de supuestos imposibles de alcanzar, es la exhibición de actos y relatos que se mueven en un amplio abanico de posibilidades que van desde las ucronías presentes en un momento concreto de la relación de pareja más imaginativa, que parten de una experiencia real, hasta crear las fantasías más extremas porque la producción que hay detrás de la pornografía es inmensa en técnica y dinero.
Si bien es cierto los seres humanos son los organismos más inteligentes del planeta Tierra, sin duda, paradójicamente los que con más falta de sentido común discurren sus días en una constante tendencia a creer sin cuestionamiento todo aquello que se liga a sus emociones, a esas vivencias que están íntimamente conectadas con lo orgánico. Es indiscutible que la sobreinformación se puede usar tanto para hacer avanzar a las personas como para hundirlas en el desconcierto y en el caso de la pornografía, la empresa hábilmente explota la falta de juicio y la emotividad por el placer, generando frustración en las relaciones reales.
Más allá de entender que los, las actores actúan y, por lo tanto, simulan, o que las escenas están editadas, hay efectos luces, la pornografía ha extendido contenidos que presentan que en el sexo todo es fácil, permitido, sin complicaciones; se debe conocer que no todas las relaciones sexuales incluyen o acaban en orgasmo y por ello no dejan de ser placenteras; ante todo se requiere estimulación, comunicación, complicidad, paciencia y disfrutar, independiente del número de orgasmos que pueda conseguir cada integrante de la pareja.
Además, unos y otras, no poseemos la elasticidad de un chicle, ni tiempo para hacer de todo, tal como las famosas poses en el escenario, si bien el Kama Sutra apareció para tomar ciertas ideas, no significa que se pueda ser un abanico olímpico en un concurso, sino simplemente es un camino con diversas alternativas hacia el placer.
Lo recurrente en el porno es el tamaño generoso -cuando no sospechosamente hipertrófico del pene, los senos, el trasero, labios vaginales y clítoris como ejemplos de las destrezas de la cirugía estética y los efectos especiales de cámara, luces y edición, creando la idea de cuanto más grande, más placer parecen obtener la y los protagonistas. Además, estos tamaños por encima de la media que se aplica al cuerpo de la mujer, están dados en función del ideario masculino de gozar de un cuerpo cuyas formas evocan la juventud y la fecundidad, quien sabe además en algunos a más de anhelar la penetración corre la fantasía de hundirse en la abundante carne que se domina.
La creencia errónea que la violencia excita, exteriorizada con insultos o el uso de la fuerza física son algunas de las conductas repetidas en el porno, siendo la mayoría, de los hombres hacia las mujeres, esto no es normal. Cualquier juego sexual debe ser comentado y consensuado, deberíamos decidir qué se puede hacer y cómo, debe ser explicito para que de verdad sea un buen rato para ambos. Y no dejemos de lado advertir que el sexo a pelo que la gran mayoría de películas muestra, está invisibilizando a las ITS y los embarazos no planificados que sí se deben asumir en la vida real.
Si se piensa que a través del porno se aprende o es meramente para pasar el rato, se está encubriendo situaciones personales complejas como la sensación de vacío, soledad, inseguridad, incluso de quienes tienen una pareja con la cual el sexo está asegurado. También, el supuesto aprendizaje que haría beneficioso al porno, en realidad deroga el amor y la intimidad que muchas personas consideran son insumos necesarios para su disfrute sensual y sexual. A nivel psicológico individual, el consumo de este material genera complejos de inferioridad y baja autoestima por la comparación; bloqueos y traumas para afrontar una relación seria en el futuro real; desapego emocional-afectivo porque el porno desemboca en la más cruda individualidad erótica; falta de interés para seducir conjugando el uso de los sentidos y el tiempo, porque el porno es inmediato, nos coloca a un click del placer, entre otras consecuencias. A nivel social, produce aislamiento a quien lo consume. Y no se diga del shot de dopamina que motiva a repetir el comportamiento placentero; sin embargo, el cerebro no siempre recompensa comportamientos adecuados: cuando una persona ve pornografía, el cerebro es burlado para liberar dopamina como si lo estuviera haciendo con una pareja real, generando un hábito que puede caer en la adicción con necesidad compulsiva de revisar una página tras otra, buscando cada vez escenas más bizarras para lograr la excitación.
El mundo pornográfico es una industria colosal llena de abusos sexuales, laborales y trata de personas, produce víctimas en ambos lados de la pantalla, y aun cuando no es un empresa ilegal en muchos países porque los adultos deciden libremente ser actores y consumidores, hay límites, desde el derecho a la integridad física y moral, por eso se debería evitar ver el porno con animales, con personas con discapacidad y con niñxs, pues según la ley del mercado, cuanto más se consume más se reproduce.
Por bienestar emocional no pretender imitar o poner la expectativa en las capacidades que aparentan tener los actores porno, hay mucho de negociación y habrá momentos en que hay que decir ¡no, no quiero! y en otras en la que se convendría hacer concesiones solo por probar y disfrutar de la sexualidad desde una perspectiva real, con honestidad, apertura y desde el deseo no de la aquiescencia por “deber” o por “gratitud”.
Si hay algo de positivo en el porno es que hoy día nos muestra diversidad en edad (antes no se pensaba siquiera en la sexualidad de los adultos mayores), raza u orientaciones sexuales. Cuando los elementos que confluyen están dentro de la propia ética personal el porno puede contribuir al erotismo porque abate el tabú y lo oscuro con que mancharon el placer, nuestro cuerpo vive equipado para darnos el disfrute que buscamos, desde una perspectiva de respeto.
La oferta de la pornografía es super amplia, aprender a usar con juicio crítico es vital para cambiar la connotación, se podría ver como una herramienta que mejore, pero no defina la sexualidad, asumiendo la responsabilidad del consumo, recordando que es un medio para incrementar el placer, y no un fin que anule las relaciones afectivo-sexuales.