MADONNA-WHORE

La cultura dicta ideas preconcebidas, implanta los estereotipos de mujer y hombre, provoca la ambivalencia hacia lo femenino. Madonna Whore es un complejo que tiene su origen en una serie de convenciones sociales sobre las que se basa la propiedad, los juicios de valor, limitando el verdadero disfrute de la sexualidad, dividiendo a la mujer en el género y sus roles. Este pensamiento dicotómico presente en la psiquis masculina, ubica a la mujer entre dos estereotipos morales: la Virgen que es aquella dama a la cual la enaltecen, es motivo de devoción, admiración, la pura, madre de sus hijos, de reputación intachable que no tiene deseos o fantasías sexuales. Y, por otra parte, se encuentra la Prostituta esa que solo existe en el espacio carnal, comprendida exclusivamente desde el punto de vista sexual, con la que se cumplen todas las fantasías sexuales, resultando atractiva para dar rienda suelta al placer.

Este filtro de legitimidad solo existe en el imaginario colectivo, siendo un encasillamiento totalmente arbitrario, que clasifica a cada mujer según la forma en que externa su apetito, una valoración positiva para aquella que es sumisa y sólo se muestra sexualmente activa ante su pareja estable y una negativa para quienes optan libremente. En este punto es válido recalcar que la mujer no está fragmentada, el nivel de la sensualidad es fluido y no debe depender de la opinión y percepción de los demás. 

En la sociedad actual y a lo largo de su vida, la mujer se enfrenta continuamente a un conjunto de disyuntivas, estigmas sociales, que acomodan sus acciones, pasiones, expresiones, y sus roles a lo que la sociedad demanda de ella, teniendo en cuenta que históricamente en la propia educación y formación de la misma se dirige hacia el triunfo maternal, sin pensar en el disfrute y satisfacción de sus deseos sexuales. 

En la psiquis femenina en cambio suscita una ambivalencia entre ser una mujer del ideal establecido desde el modelo dominante que no disfruta del sexo, hiposexual o una persona que busca experiencias viscerales, que es activa, que no tiene ningún obstáculo moral entre sí misma y su deseo de disfrutar del sexo. Que tiene relaciones con quién quiere, cómo quiere y no se avergüenza. Enfrentar ocasionalmente esta disyuntiva genera una culpa internalizada en la división de malo a bueno, o aceptable; o angustia por no seguir el camino de la “buena mujer”, bloqueando los procesos naturales y sus expresiones. 

La polarización de los sexos: hombres y mujeres, es atroz, manifestada en la ideología viril de dominio y autonomía por lo que es necesario desprogramar el fin ideal varonil poder-control, ya que este proceso mengua la capacidad de relacionarnos como personas en igualdad. La sexualidad plena es un derecho para hombres y mujeres. La sensibilización, la reivindicación del valor espiritual de la sexualidad sería un punto de partida a pesar que el doble estándar está empezando a disiparse, aún existe la moralidad ambigua en ciertos aspectos del sexo y la vergüenza que éste provoca, sigue siendo un problema que hace tener miedo al placer. 

La lucha está dentro de uno mismo cuando no se reacciona, si no se interactúa con empatía, humanizando a las personas con vidas sexuales en igualdad, deconstruyendo lo establecido, identificando lo significativo, lo que sirve para cada uno y durante ese tiempo, enfocarse en las propias necesidades con responsabilidad-seguridad, sin renunciar a su oscuridad inherente a la libertad.

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