Carmen García profesora de comunicación, menciona que “El síndrome de Maripili” es el miedo de las mujeres a no ser queridas, a no gustar, a ser rechazada, este síndrome tiene raíces culturales, sociales, familiares y emocionales.
El perfeccionismo es un modelo de sumisión, cuando en el día a día, se encuentra ante el pensamiento perpetuo de tener que hacer esto, lo otro, o lo otro etc., una autoexigencia para tener en cuenta los objetivos de la cultura … cuyo pensamiento de fondo es que nos soy suficiente, o no me permito ser como soy.
A nivel familiar aparece modelos sociales de éxito, no solo en la belleza sino en su búsqueda por encontrar parejas perfectas, que las lleve a un estatus social de triunfo, con hijos perfectos que conformen un hogar adecuado a lo que se espera de ellas.
El miedo produce enfermedades, cambios en la fisiología, en los pensamientos y la conducta; este miedo se convierte en el mayor crítico, buscando la excelencia, llegando a crear problemas incluso para las relaciones con los demás, cuando no se responde a las expectativas de lo que sea, lo que establece estar anclada en la baja autoestima.
La manera de ponerse en automático en cualquier situación es impulsiva que viene del miedo y no de la identidad, la exigencia del éxito continuo, preocupación por pertenecer, a no agradar, convirtiéndose en grandes sumisas, cuando somos huéspedes en una estructura, que endiosa la estética a ultranza, y limita el talento femenino, causando sufrimiento a quien lo padece.
Cuando el deseo de complacer es más fuerte que el instinto de protección se encuentra en el modo de sumisión, por las creencias que van en contra, sumisas de las propias exigencias.
Lo que sería bueno es plantearse un nuevo modelo, una manera de reaccionar diferente a lo habitual, no limitándose con decir ¡yo soy así!, descubriendo constantemente el poder vital interno, darse cuenta de que comportamientos son Maripilis y cambiarlos para gestionar la realidad de manera estratégica, expresándose desde la conciencia, día a día; reconstruyendo las creencias, apropiándose con responsabilidad, entre la comunicación que cada una se dice y se reconoce desde la tranquilidad.